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Sus manos cocinaban la dulcedumbre de tus esquinas
como el amor que profesaba a su tormento
era su delantal y sus manos de cebollas
el murmullo de su pestaña
la lámpara del silencio,
la madera de una ventana desvencijada
que no cedía al derrumbe
esas manos acariciaban tu cabeza
de forma que, la angustia, no se apoderaba de tu pómulo
fuiste testigo de los grillos entumecidos por sus ojos,
de su risa que escapaba de naufragios,
te enseñó la entrega
como manera de amar hasta los errores.
Sus manos cocinaban las alturas, los sortilegios
las fuentes de versos que se empotraban en tu carne
como vela que pide viento,
como rostro de neblina que buscaba su pan
en la fuerza de una lágrima de madre.
Gio.
1 comentario:
Uno de los poemas más hermosos y genuinos de amor que haya leído nunca.
Enhorabuena y gracias por compartir.
Saludos.
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