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Me he detenido a observar la astucia del miedo
como el ciervo que se come al león
como locomotora que se interna en la selva virgen
para escalar en su metamorfosis
después de ponerme sal en la herida
llenas de madrugadas llevadas al hombro
dejando los cementerios de tantas vidas
que hacían de mis ojos trapos
el kerosene pidiendo arder en la miseria
donde comían aquellos cristos deformados
que buscaban belleza en su oscuridad
y la palabra como árbol ha ido naciendo de mi bronquio
el silencio ramificado se ha ido enredando en un ombligo nuevo
en un párpado que contiene el agua de un sexo engranaje
con la empuñadura de un jazmín que se abre frondoso
al destello de mis pequeñas muertes.
Gio.
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