martes, 22 de septiembre de 2009

Unos coquerazos

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Madrugada del sábado, suena el teléfono de casa y lo cojo, -Aló ¿está Giovanni?-, oí una voz bastante perjudicada y algo contentilla -sí, huevón, soy yo, ¿que pasa Wilmer?- A pesar de no hablar con él hace cinco años, reconocí su voz. Me sorprendió la llamada y ésta, despertó a mi madre, pero no lo recriminé airadamente; me llamaba para preguntarme si podía salir un rato, que estaba en el parque que está a unos sesenta metros de mi casa, aproximadamente. Lo pensé por un momento, lo consulté con mi madre y decidí salir, pensando quedarme solo un rato. Me vestí rápido, me lave un poco la cara y fui hacía el pequeño parque donde pasé gran parte de mi adolescencia en Lima; ya había pasado una veintena de veces por el parque desde mi llegada a la Ciudad, a mi barrio, sin embargo no me había detenido a mirar ni a sentarme un instante en sus bancas de cemento, donde pasaba muchas tardes y noches, conversando con los amigos de aquella época, donde solíamos organizar los partidos de fútbol que jugábamos entre nosotros o los partidos que retábamos a los barrios vecinos, los cuales siempre ganábamos; en las bancas de ese parque también confabulábamos alguna especie de estrategia para conocer a las chicas de los otros barrios, porqué las de nuestro barrio ya estaban muy vistas, y en realidad, para eso eran los retos futbolísticos, para que las chicas de los barrios retados nos vieran jugar, era la excusa perfecta para tener el primer contacto, nos sabíamos buenos y ganadores. Tenía catorce años cuando recién me mude a este barrio con mi familia, me refiero al distrito de San Borja, habitado por gente de clase media, que poca quedaba en Lima. Veníamos del distrito de La Victoria, barrio criollo y popular, donde pase la infancia (esa ya es otra historia, que requiere varios capítulos aparte). Se suponía que nos fuimos de La Victoria para mejorar en cuestión de amistades, por que estábamos creciendo (mis hermanas y yo) y mis padres entendían que el barrio se estaba poniendo feo. No querían que tuviéramos malas juntas. Pero eso siempre es relativo. En San Borja, todo fue bien en ese sentido, de todas maneras conocí de todo y vi de todo, siempre bajaba a mi viejo barrio, “la rica vicky”.

Cuando llegué al parque estaba Wilmer sentado, acompañado de un muchacho llamado Vilca. Wilmer es amigo mío de aquella adolescencia en San Borja y a Vilca solo lo conocí de vista, es menor que yo y pertenecía a otra generación, por lo menos nunca bebí con él. Saludé a los dos, Wilmer se pone de pie y me da un abrazo y dice: -Giovanni, causa, tu sí que eres mi pata, has venido… perdona por llamarte a estas horas, pídele disculpas a tu Mamá si es que la desperté. Tu eres bacán, chévere causa-, yo le dije que no me llamara nuevamente a esa hora porqué si no lo mandaba a la mierda y el me asentaba con la cabeza y me daba la razón. Se notaba a leguas que estaba con varias cervezas encima, al igual que el muchacho Vilca. –Hemos estado desde la una y quería llamarte hace rato, pero Vilca me decía que no, que tal vez tu no ibas a salir, que tu estás en otra “nota”- me dijo Wilmer; yo al principio, por la algarabía, no leí bien entre líneas, -¿en otra nota?- me preguntaba. Después con el discurrir de las cosas que me decían y contaban ya entendí cual era su “nota”, pero algo ya me habían contado antes otras personas. –Sí, he salido por que mi madre ahora está bien, sino, no salía-. Estuvimos hablando de todo un poco, con sus respectivas cervezas, que ellos ya tenían camufladas debajo de las bancas ; habían cinco botellas de tres cuartos de litro, de la marca Pilsen Trujillo, no es la más popular de las cervezas peruanas, pero igual estaba rica. Al poco tiempo Vilca se fue a comprar cigarros, y desapareció un buen rato. Me quede a solas con Wilmer y me contó de su hermana que también está viviendo en España; que se va a casar él con una chica Uruguaya que ha conocido por Internet y que lo desalojaron de su casa porqué su Papá la vendió estando borracho y él su familia no sabían nada, hasta el día del desalojo. Yo no sabia que decirle sobre esto último, aunque ya había tenido noticias sobre ese asunto. Ya, cuando llegó mi turno de contarle sobre mí y todos estos años fuera del País, solo le hable de algunas cosas, pero muy por encima, le hice un resumen de mi vida de los cinco años que no venía a Lima y entre otras cosas le conté que soy poeta. Ninguno de aquellos amigos lo sabían. –¿Eres poeta?... ¿y de que cosas escribes?-, -escribo sobre muchas cosas, no me encasillo solo en el amor- le digo. Le dije que me gusta leer mucho sobre filosofía, poesía y narrativa; le hable de Marx y Sartre, me escuchó atentamente. La cerveza estaba a punto de acabarse, quedaba una botella. De la filosofía, de la cual no hable profundamente porque tampoco tengo un amplio conocimiento, pasamos a la política actual de nuestro País; charlamos y no discutimos, porqué él estaba de acuerdo conmigo, sobre que, el sujeto que nos gobernaba tendría que estar preso y nunca haber sido elegido presidente. Hablamos del caso de la cárcel del frontón, de que mataron a todos los presos que se amotinaron y que ya se habían rendido cuando el raterazo dio la orden de no dejara ni uno vivo; estos presos eran acusados de terrorismo, pero también habían presos comunes. Esto ocurrió en 1986 y gobernaba García, el actual presidente de la Republica. –A veces no sé que decir, cuando un amigo de Madrid me pregunta, por su vuelta al gobierno… me da un poco de vergüenza tener que excusar a los peruanos que votaron por él- le digo a Wiliam. -¿quieres un cigarro, Giovanni?-, -no, gracias, no fumo- le digo. Y le pregunté, -¿tu tenías cigarros?... ¿porque no le ofreciste a Vilca de tu cajetilla?-, y se ríe. Me dice que Vilca no ha ido por cigarros, que se ha ido a comprar un “chamo” –A ya, esa es su nota, Vilca es un coquero… ya lo imaginaba- me hice el que no sabía. Con una cara de desparpajo me dice –te voy a ser franco, Giovanni, yo también soy un coquerazo-, Lo mire de frente -no te voy a decir nada causa, yo no te voy a dar sermones, respeto tu nota, pero no la comparto. ¿Tú pensabas que yo también aspiraba coca?-, me dice que no lo sabía en realidad, pero que no me lo quería preguntar directamente. –Yo no soy ningún santo, pero nunca he consumido cocaína; bebo y alguna vez he fumado un porro, pero tampoco soy asiduo, nunca he comprado, solo cuando me han invitado algunos amigos poetas y compañeros de trabajo. En Lima, tu sabes porque me conoces, no he probado nada-, le digo. –¿Eres poeta y no has consumido drogas? ¿Qué clase de poeta eres?-. Lo miro y me río a carcajadas, Wiliam me acompaña con las risas. –soy de la clase de los que no se drogan para escribir ni para divertirse-.

La cerveza se había acabado ya y fuimos por más. En Lima hay licorerías que están abiertas hasta las cinco de la madrugada y uno se puede abastecer sin preocuparse. Vilca apareció fugazmente dentro de un carro que se detuvo cuando cruzábamos la Av. Canadá, estaba con dos personas más y nos dijo para ir a una fiesta en las Casuarinas; le dije a Wiliam que fuera él, yo no iba a ir porque prefería estar cerca de mi casa, por mi madre. Wiliam tampoco fue y seguimos camino a la licorería. Y él me dice -no te preocupes Giovanni, que delante de ti no me voy a meter ni una raya, tu me has respetado y yo te respeto también-. Le pregunté a Wiliam si más gente del barrio se metía esa huevada y me dice que la mayoría, pero que tenían sus trabajos y algunos ya tenían esposa e hijos, que aparentan una vida normal, sin embargo son bien coquerazos; no me impresiona mucho le digo, en Madrid también se meten de todo y más. Y así, volvimos a mi calle a seguir bebiendo y charlando hasta que amaneció. Me dije a mi mismo que, si hubiera ido a esa fiesta en las Casuarinas, seguro que tendría una historia más que escribir, con todos esos jóvenes limeños de la clase social alta, porque ellos tienen más plata para consumir lo que quieran. Será para la próxima me dije, pero nunca llegué a ir.


Gio.

Relato corto escrito el 11/11/2008 en mi antiguo blog "Ciudad Feroz" (Blog que abrí para escribir crónicas y relatos sobre mi estancia en Lima, el año pasado)

3 comentarios:

Jose Zúñiga dijo...

Se lee con gusto esta crónica tuya. Es fluida tu prosa.

Salud.

Angel dijo...

joder como me gusta gio, fluidez y realidad a partes iguales, desconocía tu gusto por la filosofía, es bueno, de ahí salen muchas ideas.

abrazos amigo.

angel

Anónimo dijo...

Qué gusto leer algo tan fantástico. Me ha encantado. Un saludo.