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El Badulake de la noche de miércoles se prestó para el verso
y se convirtió en un desvencijado lugar
con olor a nuevo y visión perimétrica
para la poesía despiadada, que quedó atrapada en el humo
y que se inyectó más rápido que la cerveza.
Los poetas disparaban a discreción la metralla del interior y de la piel erizada.
La propuesta tuvo el eco suficiente para algo distinto, para el son de la voz,
para lo novedoso de lo habitual, para la furia apaciguada de la urbe.
Todo fue un lenguaje propio y transparente,
un idioma marcado por la acentuación de la mirada de las palabras,
una bienvenida agradecida por las verdades del poeta
ante la verdad individual; cada quién la recibió con alegría.
Lavapiés se hinchó de carne obvia y elíptica, mezclados en luna nueva.
Absoluto silencio para la poesía.
La atención para los poetas.
El aplauso para el público.
(Le dije a Gsús Bonilla que escribiría una crónica de la noche del miércoles, pero coño! me salió un pequeño poema. Mil disculpas)
Gio.
4 comentarios:
Yo creo que está igual de bien ^^
Y qué mejor crónica que un poema? por lo que éste sugiere genial el éxito, genial el encuentro.
Un abrazo
Marian
me está apeteciendo mucho el plan, a ver si aparezco el miércoles que viene
Sentí no quedarme hasta el final. Estuvo bien. Muy bien. Gracias a Jose, Gsús y a todos vosotros, poetas.
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