viernes, 20 de marzo de 2015

Bruma


Oigo agua golpear la piedra en un extravío de sangre, oigo la sustancia trenzar en boca herida de ritmo. Tumefacta bestia que fornica con velo, latido al viento ocioso, la respiración pierde su significancia ardiente. Me dilatan sin inflexión y veo como invade la melancolía del desempleo, calle soledad sobre una semilla lanzada al abstracto de tantos dentro de mí. Cómo decir de la pobreza vendimia, cómo hablar de sus pedacitos silenciando las caras, hablará la impureza de un brillo, de un estómago que no siente la música, de un trébol leve de ideas. Cosa extraordinaria el amor y el oscuro sexo de una voz a diario de curvas, austro avinagrado por el grito polar. Oigo la ralladura de la orilla aquella, la de volver con el fracaso en las uñas, con el hombro descalzo, la quijada imantada a la muerte, el alfabeto hocicando en la espalda. Es mi piedra destejida, mi alopecia de árboles, una carrera de perros chuscos que erosionan cada vertebra, cada aguardentosa desnudez, sangrecita de la fuente péndulo animal. Dactilar de un muñón poblado, la cobardía que arruga la madrugada de mi hueso.











Gio.

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